Decía Bertolt Brecht sobre los “apolíticos” orgullosos que “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de las medicinas, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
En 1138, el rey feudal Conrado III conquistaba tierras amuralladas del Duque de Baviera. Cientos de campesinos humildes morían de hambre. Se produjo una rebelión del pueblo y las mujeres exigieron a Conrado que les dejase abandonar la ciudad, porque esa guerra entre feudales estaba exterminando al pueblo, que nada quería saber ni de Conrado ni de Baviera. El primero, un cruel tirano, para hacer gracia a sus ejércitos y pensando que las mujeres sólo le estorbarían en las labores de exterminio y rapiña, les dio el parabién, pero con la siguiente irónica frase: “Abandonaréis la ciudad las mujeres, y ninguna llevará consigo más de lo que pueda acarrear”. Su intención era así hacer esclavos a los hombres y niños que iban a quedar en la ciudad. Dada la orden, Conrado, Baviera y sus ejércitos mercenarios se quedaron de piedra al comprobar cómo cientos de mujeres llevaban a hombros a sus hijos o a sus compañeros. El tirano tuvo que mantener su palabra.
A mí, particularmente, esta anécdota me parece un precioso ejemplo histórico de lo que hoy llamaríamos Resistencia, con todas las letras. No, no se construirá el mundo con gente orgullosamente “apolítica”.
En 1486, los Reyes Católicos empleaban la prostitución como fuente de financiación. Otorgaron las rentas de todos los burdeles de la ciudad de Málaga a Alonso Yánez Fajardo por los favores prestados a la Corona. Diez años después dieron título de monopolio real a todos los burdeles de Mallorca. Hasta 1563, en el Concilio de Trento, la Iglesia no reconoció que las mujeres también tenían alma, es decir, eran seres humanos, lo que se logró tras largas discusiones y una votación tan apretada que se dirimió por un solo voto de diferencia.
Labor de los ateos de aquella época y de ésta sería denunciar la macabra historia de la Santa Madre Iglesia, pero sin embargo, esta historia la tuve que rescatar de un artículo rosa sobre usos y costumbres de la Edad Media.
En estos tiempos de brutalidad terrorista islámica y musulmana que dice el ABC, no está de más rescatar los escritos sobre la toma cristiana de Túnez y Argel entre 1530 y 1541: Carlos V y sus tropas de cristianos y fanáticos atacaron Túnez convirtiendo una de las mayores ciudades de África en un baño de sangre. Los cristianos al entrar a la ciudad degollaron a 30.000 árabes y tomaron esclavos a 10.000 mujeres y niños. Destruyeron las mezquitas, madrazas y mausoleos. Saquearon las mansiones y casas. Quemaron todos los incunables de la biblioteca y robaron las artes más selectas. Sobre toda crueldad, destacó la de los cristianos españoles. Durante 72 horas corrió un auténtico río de sangre en las calles (Escritos sobre las guerras de Carlos V).
Tras su sangría en Túnez, pasaron a cristianizar y colonizar a sangre y fuego Argel. Carlos V envió esta insultante carta al Generalato musulmán: “No seréis capaces a estas enormes fuerzas que estáis viendo en la costa. Si fueseis cuerdos, dejaríais la espada y me daríais las llaves de Argel. Si pedís perdón besando el suelo delante de mí, os perdonaré. Soy el Rey de España, Nápoles, Sicilia, Flandes y La India y emperador de Alemania. Si os rebeláis contra mi poder, juro por Cristo que colgaré cada parte de vuestros cuerpos en las torres de Argel”. De esa segunda batalla, el cristianismo europeo y la monarquía española no solo salieron derrotados, sino totalmente diezmados y humillados.
Pero de esta brutalidad, ni ABC ni ningún periódico burgués nos informará nunca.
.Thomas Alba Edison, inventor del telégrafo, mejorador del teléfono y creador del fonógrafo y la lámpara, decía siempre que no sabemos nada, apenas hemos dejado de ser monos. La creación es un uno por cien de inspiración y un 99 por ciento de trabajo, curiosidad y prueba-efecto. Así, no extraña que con cinco años de edad y tras escuchar a su madre que la gallina dando calor incubaba a sus polluelos, se pasara semanas sentado sobre una cesta de huevos. Como los pollos no nacían, pensó que a su madre se le había olvidado narrarle algún detalle. Y en 1856, con nueve años, pensó que si las personas se alimentasen como los pájaros podrían volar como ellos. Se preparó una papilla de gusanos y desperdicios y se la comió junto a un amigo. Pasaron semanas con diarreas y vómitos.
Sí, la otra historia también puede ser curiosa, humana, incluso divertida. Esa otra historia también nos la han ocultado.
El concepto de guerra total, con su consiguiente cuota de exterminio de la población civil, se instaura durante la guerra norteamericana de Secesión en el código militar de 1864 por el general nordista Sherman contra la Confederación sureña.
Mediante leyes, códigos, juicios, represión, aniquilamiento de pueblos enteros. Así han impuesto la historia oficial a través de los siglos, pero nadie del pueblo ha podido participar en su elaboración.
En la segunda mitad del siglo XIX se llevaron a cabo las mayores obras de infraestructura de toda la historia de París. Se tiraron, derribaron y desalojaron miles de casas humildes, poblaciones marginales, barriadas históricas. El megalómano Haussmann realizó las grandes avenidas, plazas circulares y confluenciales que hoy todo el mundo conoce. Lo que no se conoce tanto es que ese novedoso modelo de circulación y barriadas, además de para modernizar la ciudad de las luces (en la que en ningún barrio obrero las había), era una orden del Ejército para convertir el nuevo trazado en autopistas de la represión. O sea, abiertas de manera estratégica, el generalato planea que de esa forma “soldados, caballos y piezas de artillería puedan llegar en breves momentos a las barricadas. Deben instalarse comisarías en puntos estratégicos en dichos boulevares”. Sí, se refiere a las barricadas obreras que en esos tiempos de suma resistencia, rebelión e insurrección ya se estaban dando por doquier. Pero, como prueba de que al volcán obrero despierto no hay autopista ni comisaría que le detenga, durante la Comuna de París, las barricadas y encerronas obreras paralizaron durante días y días todos los barrios de la ciudad.
La historia oficial con la cara reventada, a base de cabezonería obrera y popular.
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En 1990, empecé a tomar notas y referencias de los datos históricos –de la otra historia, la de los perdedores- que leía aquí y allá, en libros, documentos, legajos, o a través de pequeñas investigaciones. Los anotaba en cuadernos, y poco a poco, tras acabar el primero, siguió otro y luego otros cuantos más. Estos cuadernos se iban almacenando en el estante de libros junto a cientos y cientos de libros políticos y de historia. De vez en cuando, cuando se presentó la oportunidad, algunos de los escritos que vais a encontrar en este libro fueron publicados en diversa prensa, eso sí, siempre de izquierdas u obrera. Cuando la Policía Nacional asaltó mi casa en 2004 y me llevó a Madrid detenido con la Ley Antiterrorista, muchos de esos libros, legajos o apuntes fueron requisados por los GEO. Gracias a la casualidad, la mayoría de los cuadernos se salvaron, pues no estaban en casa. Seguí fiel a mi tradición de coleccionista de retazos de la otra historia, la no oficial ni oficialista. Volví a escribir para la prensa obrera y popular. En enero de 2008, la Guardia Civil asaltó mi casa y la de mis padres, me ingresó en prisión por 9 meses y requisó más de 100 libros, decenas de documentos, discos de datos… de mi humilde biblioteca. En prisión, y al contarme mi gente que se habían llevado 5 cajas de libros, cuadernos y papeles, pensé “a la tercera no voy a tener tanta suerte”, porque de nuevo esos cuadernos de notas y referencias se habían salvado, por pura chiripa. Así que al salir de prisión, me puse a recopilarlos, ordenados y actualizarlos, en formato digital -sin idea alguna de verlos publicados- para su conservación. En esas estaba, cuando un verdadero desastre tecnológico borró todo lo archivado hasta entonces. ¡A empezar de nuevo! Rescaté algunos de los escritos de archivos ya publicados, volví a sacar referencias de libros que aún conservaba o recordaba, añadí unas cuantísimas historias más y puse fechas y circunstancias más exactas, más profundas.
Horas y horas, días y días, semanas y semanas. Mi situación de enfermo crónico, gran minusválido y pensionista me permitía estar en casita mucho tiempo libre, y poder dedicarlo a todo este trabajo. Un buen día, un muy buen amigo me vapuleó “por egoísta”. ¿Por qué no hacer público este inmenso trabajo de ratoncito de biblioteca a los ojos de otras personas? Si luego interesa, gusta, o no, ya será decisión del lector.
Acepto el hórdago, como persona política y politizada y jugador de mus. Y por acotarlo, lo centro en una muy breve historia-memoria del siglo XX y lo que llevamos de éste.
He intentado sintetizar la otra historia del género humano desde el ojo del oprimido, desde la empatía por la lucha y la solidaridad subjetiva. Como subjetivos son todos los episodios históricos.
Si lo he conseguido, vosotros y vosotras lo diréis.
En 1990, empecé a tomar notas y referencias de los datos históricos –de la otra historia, la de los perdedores- que leía aquí y allá, en libros, documentos, legajos, o a través de pequeñas investigaciones. Los anotaba en cuadernos, y poco a poco, tras acabar el primero, siguió otro y luego otros cuantos más. Estos cuadernos se iban almacenando en el estante de libros junto a cientos y cientos de libros políticos y de historia. De vez en cuando, cuando se presentó la oportunidad, algunos de los escritos que vais a encontrar en este libro fueron publicados en diversa prensa, eso sí, siempre de izquierdas u obrera. Cuando la Policía Nacional asaltó mi casa en 2004 y me llevó a Madrid detenido con la Ley Antiterrorista, muchos de esos libros, legajos o apuntes fueron requisados por los GEO. Gracias a la casualidad, la mayoría de los cuadernos se salvaron, pues no estaban en casa. Seguí fiel a mi tradición de coleccionista de retazos de la otra historia, la no oficial ni oficialista. Volví a escribir para la prensa obrera y popular. En enero de 2008, la Guardia Civil asaltó mi casa y la de mis padres, me ingresó en prisión por 9 meses y requisó más de 100 libros, decenas de documentos, discos de datos… de mi humilde biblioteca. En prisión, y al contarme mi gente que se habían llevado 5 cajas de libros, cuadernos y papeles, pensé “a la tercera no voy a tener tanta suerte”, porque de nuevo esos cuadernos de notas y referencias se habían salvado, por pura chiripa. Así que al salir de prisión, me puse a recopilarlos, ordenados y actualizarlos, en formato digital -sin idea alguna de verlos publicados- para su conservación. En esas estaba, cuando un verdadero desastre tecnológico borró todo lo archivado hasta entonces. ¡A empezar de nuevo! Rescaté algunos de los escritos de archivos ya publicados, volví a sacar referencias de libros que aún conservaba o recordaba, añadí unas cuantísimas historias más y puse fechas y circunstancias más exactas, más profundas.
Horas y horas, días y días, semanas y semanas. Mi situación de enfermo crónico, gran minusválido y pensionista me permitía estar en casita mucho tiempo libre, y poder dedicarlo a todo este trabajo. Un buen día, un muy buen amigo me vapuleó “por egoísta”. ¿Por qué no hacer público este inmenso trabajo de ratoncito de biblioteca a los ojos de otras personas? Si luego interesa, gusta, o no, ya será decisión del lector.
Acepto el hórdago, como persona política y politizada y jugador de mus. Y por acotarlo, lo centro en una muy breve historia-memoria del siglo XX y lo que llevamos de éste.
He intentado sintetizar la otra historia del género humano desde el ojo del oprimido, desde la empatía por la lucha y la solidaridad subjetiva. Como subjetivos son todos los episodios históricos.
Si lo he conseguido, vosotros y vosotras lo diréis.
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